La economía circular toma en cuenta todos los procesos implícitos en la elaboración de un producto, desde la fabricación hasta la elección del material de empaquetado y tiene tres objetivos principales que son: eliminar los residuos y la contaminación, mantener productos y materiales en uso y regenerar sistemas naturales.
Dicho modelo de economía se basa en energías y materiales renovables.
El modelo lineal de economía aplicado hasta ahora se basa en la extracción, fabricación, utilización y eliminación. Es decir, en el usar y tirar.
Este sistema está llegando al límite, puesto que la mayor parte de los recursos son finitos y asistimos al progresivo agotamiento, no sólo de los combustibles fósiles, sino también de otro tipo de materias primas y recursos naturales.
Además, este modelo económico produce un gran impacto en el clima y graves consecuencias medioambientales, ya que requiere la extracción y el uso de grandes cantidades de materias primas, un ingente consumo de energía que multiplica las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y la generación de miles y miles de toneladas de residuos, de los que casi la mitad terminan en vertederos.
En contraposición a este modelo tan poco sostenible para el planeta, la economía circular pone el foco en la eficiencia en el uso de los recursos. Un nuevo sistema basado en un uso más inteligente de las materias primas, la energía y los residuos, donde los componentes de los productos que han concluido su ciclo de vida entran de nuevo en el proceso productivo y son utilizados una y otra vez.
Su pilar fundamental es «cerrar el ciclo de vida» de los productos, los servicios, los residuos, los materiales, el agua y la energía.